domingo, 19 de mayo de 2013

Capitulo 3


Capítulo 3


El frio mezclado con la tenue luz que entra por la ventana me despierta. Apenas son las siete de la mañana por lo que cojo el Ipod que descansa al lado del libro de Cassandra Clare y engancho los auriculares en mis orejas. Subo la música y me dejo llevar
-Jane, ¿estás despierta? –Abro los ojos y encuentro a Anastasia con el pelo recogido en un moño.
-Sí, estaba escuchando música –Me destapo y me levanto de la cama bajando el volumen de la música.
-Genial. Tu tía me ha ordenado que te llamase. Creo que quiere que vayas a conocer el pueblo hoy.
Ana se va de la habitación. Con cuidado saco de la maleta algo de ropa para cambiarme y entro en el baño que hay al fondo de la habitación. Cuando entro  me desnudo y me miro frente al espejo. Tengo un grano nuevo en la frente y las cejas tienen demasiado vello. Bajo la mirada y toco delicadamente la letra que se cicatriza en mi tripa. Toco con asco cada milímetro de grasa en mi cuerpo. Minutos después entro en la ducha, me lavo y mi piel sale envuelta por un olor dulzón. Salgo del baño evitando el reflejo que me da el espejo, me visto y bajo por las grandes escaleras que dan al vestíbulo para reunirme con Maffi.
-Jane querida –El comedor donde está mi tía es inmenso. Todos los muebles de la habitación son de madera maciza, incluida la gran mesa donde Maffi desayuna. Según me acerco puedo oler mejor toda la comida que hay en la mesa. Trato de distraerme mirando al retrato de mi tía con su marido que se ubica encima del saliente que deja la chimenea. –Anoche me hubiese gustado cenar contigo –Separo la silla de la mesa y me siento enfrente de Maffi. Uno de los criados me sirve una taza de chocolate caliente que hace que mis tripas enfurezcan y empiecen a sonar. Trato de evitar la voz en mi cabeza que me dice que coma. Me niego a probarlo. -¿No tienes hambre pequeña? –Me pasa un cuenco con fruta el cual rechazo.
-Si pero con el chocolate es suficiente tía –Estiro los bordes de mis labios lo mejor que puedo para crear una falsa sonrisa –Muchas gracias –Hundo la cucharilla en la taza.
-Bueno cielo ayer me llamaron del trabajo y quieren que vaya a supervisar la nueva colección en persona a Nueva York.
-Eso es genial
-No, en realidad no lo es. Quieren que me vaya mañana durante toda una semana y no quiero dejarte sola –Sé que está esperando que la diga que se vaya y que no se preocupe por mí y es lo que hago, tampoco es que vaya a echarla de menos.
-Estaré bien tía –Sonrío y sigo dando vueltas a mi chocolate –Además, tienes criados para supervisarme.
-¿De verdad que no te importa? –Hago un signo de aprobación –Bien entonces. Voy a llamar a Lucio para que me reserve un vuelo. –Sale de la habitación corriendo y con una pequeña chispa de alegría en su mirada. Me quedo sola con toda la comida que parece gritarme que la coma pero salgo corriendo del comedor antes de caer.

Por la tarde Maffi está demasiado ocupada preparando su viaje como para hacerme algo de caso así que cojo una bicicleta que encuentro en el garaje y voy a visitar el pueblo. Según voy pedaleando me doy cuenta de la mala idea que he tenido. Las piernas me flaquean y el bosque que está a ambos lados de la carretera me empieza a dar vueltas. Paro un par de minutos para descansar y sigo con menos fuerzas que antes de parar pero me obligo a llegar el pueblo.  Cuando llego al pueblo siento como si me hubiesen transportado a otra época. La casa de mi tía parece de otro siglo también pero no creía que los alrededores fuesen así también. Todo casas pequeñas de ladrillo cubiertas de hiedra. Camino por las pintorescas calles en busca de algo algún sitio donde comer algo. Tengo miedo de desfallecerme sino. Según camino por el pueblo encuentro un bar, Ravens. Entro en el bar y me vuelvo a ubicar en el siglo veintiuno otra vez, con el ruido de una música de fondo y la televisión retransmitiendo un partido de baloncesto.
-Hola guapa –Un  chico que por su atuendo diría que es camarero se sienta a mi lado. Le quito el brazo que ha puesto alrededor de mis hombros con asco.
-¿Me vas a atender?
-Clive déjala en paz y ve a preparar las hamburguesas –Otro chico aparece libreta en mano y aparta de un empujón al que se ha sentado a mi lado. –Perdónale. No suele haber chicas nuevas por aquí y a las que viven alrededor las tiene demasiado vistas –Me rio. Clive, eres un cabrón.
-Soy Al –Extiende la mano y hago lo mismo. Por un momento se me olvida todo, mi vida, el hambre, que voy a vivir en un pueblo apartado de todo y solitario todo un verano, para quedarme impregnada en sus ojos azules oscuros, como el mar en un día de tormenta. Pero vuelvo a la realidad cuando un león ruge dentro de mi cuerpo.  Esa es mi constante dosis de realidad. El hambre, los dolores de tripa, el huir constantemente de la comida es una rutina que por muchos ojos bonitos que mire no se va.
-Wow, ¿hace cuánto que no comes? -Joder, joder, joder.
-No he sido yo -¿No he sido yo? ¿Eres tonta Jane? Instantáneamente empieza a reírse con una risita contagiosa que hace que me una a él.
-Entonces iré a pedirle al león de la trastienda que deje de rugir –Me mira pero evito su mirada –Bueno, ¿qué quieres tomar? –Repaso la lista. Todo demasiado grasiento. Me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Jane, tú no comes. No te va a pasar nada no llevas ni una semana de ayuno. No pierdas el control. Me digo a mi misma tratando de convencerme.
-Un vaso de agua –Respondo con mis ojos en el menú.
-¿Un vaso de agua? ¿Me estás vacilando? –Me vuelven a rugir las tripas. Noto los ojos de Al clavados en los míos. Miro mis muñecas disimuladamente y me acaricio la izquierda, donde las batallas ocurren. Donde están todas las marcas de guerra. Estoy a miles de kilómetros de casa, no tengo que controlar nada, no aquí, no ahora. Vuelvo a mirar el menú.
-Y una ensalada cesar, por favor –Me sonríe y entra en la cocina. Sé que lo que estoy haciendo no está bien. Mi cuerpo me anima a que coma pero mi  cerebro me refrena. No está bien, no para alcanzar mi propósito. Estoy perdiendo el control. Da igual que solo sea por poco tiempo pero no pueda dejar que la cuerda se afloje. El segundo en el que bajas la guardia es el segundo en el que te clavan la estaca para que caigas. Y yo no caigo. Soy más fuerte que todo eso.
-Señorita, su vaso de agua –Al sale de la cocina con una bandeja –Su ensalada –Me guiña un ojo mientras que coloca el plato y los cubiertos –Y tarta de la casa. Invito yo si me dejas sentarme a comer contigo –Tiene algo en sus ojos que hace que me derrita por dentro como si fuese un helado en medio de un caluroso día de verano en la playa y esta vez, sin rugidos de por medio, me pierdo un poco en su mirada.
-Puedes sentarte –Le sonrío.
-Gracias –Coloca su plato en el que hay una hamburguesa con patatas fritas enfrente de mí y empieza a comer.
-Bien señorita, ¿de dónde eres? No estamos acostumbrados a tener forasteros por aquí –Me río.
-Vengo de España. Soy de Madrid y he venido a pasar el verano con mi tía –Me mira como si fuese una exposición nueva y exótica en un aburrido museo. Sé que quiere que le cuente más cosas, lo noto en esa mirada que me vuelve loca pero no quiero, ¡solo se su nombre! Es un desconocido, con los ojos bonitos sí, pero un desconocido.
-¿Quién es tu tía?
-Vale, oficialmente estoy en un interrogatorio sin saberlo –Reímos –En serio, me toca preguntar. ¿Quién es Clive?
-Clive es mi hermano y normalmente se comporta así con las chicas, no se lo tengas en cuenta. Cuando le conoces en el fondo, muy, muy en el fondo es buen tío –Me mira esperando que le diga no pasa nada, perdono  a tu primo y blablablá pero no creo que haya necesidad de perdonar nada.
-Bien, ¿y dónde se ha metido? No ha vuelto a aparecer desde que le echaste de mi mesa.
-Me apuesto cincuenta libras a que está en la camioneta –Señala a la puerta trasera del bar –Una de dos. O con alguna de las moja bragas que suele tirarse o con Spencer.
-¿Spencer es? –Pregunto curiosa
-Creí que no era un interrogatorio –Mira mi plato –Además, no has comido casi nada.
-No tengo demasiada hambre –Miro mi plato en el que solo he pinchado tres hojas de lechuga. Antes solía mentir mejor. ¿No tengo demasiada hambre?  ¿Qué clase de excusa es esa Jane? Hace diez minutos tenías a la filarmónica de Viena sonando en tus tripas y ahora, ¿no tienes demasiada hambre? Me reprocho. Pero antes no solía tener a nadie preocupándose por mi comida y menos alguien con los ojos tan bonitos.
-¿No te vas a comer la tarta?
-No –Respondo demasiado cortante –No me gusta la tarta –Pongo mi mejor cara falsa de disculpa e interiormente me sonrío satisfecha, ha funcionado. Me pregunta si se la puede comer él y en apenas minutos el plato está vacío. 

2 comentarios:

  1. Ahhhh! Me encanta! Todavía no has develado por que no come, le va pasar algo malo, lo sé :3 Sube pronto por favor <3

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    1. Poco a poco lo iréis descubriendo. Este finde suboo ♥

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