Capítulo 2
El avión aterriza después
de dos horas de viaje con demasiadas turbulencias. Recojo el envoltorio del
sándwich que me he comido durante el viaje y mi equipaje de mano y salgo del
avión. Forzosamente abro mi camino por el aeropuerto y cuando salgo a la calle
me subo al primer taxi que encuentro. Despliego el papel en el cual está
impreso la elegante caligrafía de mi madre y se lo entrego al taxista, un
hombre de unos cuarenta años, gordo, calvo y con un protuberante bigote rubio.
-Chica, llegar hasta aquí
te va a costar una fortuna –Me indica.
-Simplemente lléveme
–Según el taxi avanza los grandes edificios van decreciendo y terminan
desapareciendo siendo reemplazados por pequeñas casitas en medio de frondosos
bosques. Pienso en cómo será mi tía abuela Maffi. Solo la he visto una vez en
mi vida y la recuerdo como una mujer muy elegante, vestido con ropa cara,
demasiado perfumada –para mi gusto –y tremendamente rica. Cuando era pequeña,
el tiempo que pasó en Madrid visitó todo tipo de tiendas y mi abuela y yo fuimos
detrás de ella a todas partes. Al ser yo pequeña pedía a mi abuela todo tipo de
cosas. Llegué a pedirla un vestido de Channel
diez tallas más grande de la mía que costaba alrededor de cinco mil euros y la
tía abuela Maffi en vez de tomarme por loca pidió que diseñasen el vestido a
medida para mí. No olvidaré nunca la frase que me dijo, días después, cuando el
vestido llegó a casa. Jane tienes buen
ojo para la moda, espero que lo tengas con la vida. En aquel momento pensé
que a la tía abuela Maffi le gustaban mis ojos así que pasé días enfrente del
espejo mirando que vería Maffi en ellos, pero nunca encontré la respuesta. Yo
solo veía unos ojos color miel tan corrientes como respirar. Años más tarde
entendí a qué se refería Maffi. Fue cuando empecé a diseñar los trajes para las
actuaciones de mi grupo de teatro. Todo el mundo se sorprendía cuando
preguntaban de quién había sido la idea de elegir aquellos colores, o un
estampado tan original. Mi profesora de teatro se sonrojaba y decía: “Jane,
preguntan por ti”. Cuando los curiosos me veían en sus caras se plasmaba la
sorpresa de ver a una niña de diez años como diseñadora. Pero para mí era mí
día a día.
-Señorita, ya hemos
llegado. Residencia Mercier. La
mansión más misteriosa en todo Reino Unido –Y era cierto, el conde Mercier,
bisabuelo del marido de la tía abuela Maffi, había comprado la casa siglos
atrás y siempre habían corrido rumores de que el conde era una especie de
asesino que se comía a los niños. O por lo menos eso era lo que me contaba mi
madre antes de irme a dormir cuando quería que fuese a buscarla a media noche
para dormir conmigo.
-Janina querida, cuanto
tiempo sin verte –Mi tía realmente da miedo. Su cuerpo es tan delgado que me da
miedo acercarme a ella por si rompo algún hueso de aquel cuerpo larguirucho y
escuchimizado. Además todas las joyas que cuelgan de sus orejas, su cuello y
sus muñecas parecen tan caras…
-Tía, te veo realmente
bien –Miento –Y por favor, llámame Jane. –La indico
-Como quieras joven. La
cena estará lista a las nueve. Puedes seguir a Anastasia para que te indique
donde vas a dormir –Anastasia era una de los muchos sirvientes de mi tía abuela
Maffi pero al contrario que mi tía abuela Anastasia inspiraba confianza.
-Al principio es así. Con
el tiempo se vuelve más cariñosa –Anastasia, o como ella me ha dicho que la
llame, Ana, entra en la habitación con una bandeja –Me refiero a tu tía
–Explica al ver mi confusión –Es más agradable. No con el personal, por
supuesto, pero antes solía ser más agradable. Desde que murió tu tío Jacques no
es la misma. Ella de verdad le quería –Con esta última frase se refiere a todos
los rumores que circulan sobre mi tía casándose con Jacques, al que no conocí,
por su dinero.
-Lo sé. Tengo algún
recuerdo de la visita que nos hizo a Madrid hace años –Ana deposita la bandeja
en un escritorio que hay al fondo de la gran habitación.
-¿Jane? –Me pregunta
-¿Si?
-Supongo que estás
cansada comete esto –Señala la bandeja –Yo me disculparé por ti a Maffalda.
-Muchas gracias –Miro la
bandeja. Un bocadillo de beicon con queso rezuma un olor exquisito. Me niego a
mí misma a comerlo, sería lo tercero que comiese hoy. Un poco de manzana esta
mañana, un medio sándwich en el avión y ahora un bocadillo. No, no, no. No
puedo comerlo.
-Gracias Ana pero no
tengo demasiado hambre –Sonrío –Buenas noches –Busco en mi bolso mi Ipod
mientras que Ana sale de la habitación con la bandeja en las manos.
Hola!!
ResponderEliminarComento ahora porque no lo he podido leer antes.
Me encanta, esta genial, que ganas del siguiente,es fantastico :)
me alegro de que te guste :) Puedes ayudarme a difundirlo a mas gente? Solo con tuit con la dirección del blog me ayudaría muchísimo :) Un besaazo
Eliminar¿Por que no come? Eso no es bueno!
ResponderEliminarMe encanta enserio, es muy interesante. ¿Que le hace pensar así? ¿Por que se siente tan mal?
Sube pronto por favor, un beso <3
Me alegro un montón de que te guste :) Intentaré subir lo antes que pueda! Me puedes hacer un favor? Puedes difundir el blog? Solo con un tuit me serías de gran ayuda! Muchas gracias :)
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